martes, 31 de julio de 2007

Bricomanía II: Te dije que no aguantaría

¡Esto es un sicomoro!Dos días después del sablazo en forma de serrín aglomerado recubierto de melamina de sicomoro (¡¿pero qué coño es un sicomoro?!), nos vamos a recoger las maderas ya preparadas en el AKI de Terrassa. Total, más de 150Km en viajecitos y suerte que no tuvimos que alquilar transporte.

Sigo: llegamos a casa y aparte de ser un piso de hechuras breves es un ático sin ascensor. Suerte que sólo son cuatro pisos (¡¿cuatro?!). Nos embarcamos en la subida de los tablones. Pierdo la cuenta de los viajes que nos pegamos. Después del último y sudoroso trayecto estamos como para que nos den un abrazo. Acumulamos los tablones apoyándolos en diferentes paredes como buenamente podemos y pedimos por favor que se acabe el sábado de un puñetera vez.

Domingo, 21 de julio: ¡al ataque! Ahí están los tablones para empezar a meterles mano. Suerte que tenemos una terraza que ha sido mi teatro de operaciones en otras aventuras del bricolaje (suerte que el año pasado hice la pérgola, que sinó no hay quien pare en la terraza). Primer contratiempo: ¿dónde leches apoyo el tablero de metro noventa por ochenta y siete centímetros que tengo entre manos? La mesa que tengo es más pequeña, así que el tablón se sale por los dos lados. Lo de mesa es un decir: un tablero apoyado en dos caballetes.

Con unos sargentos angulares fijo los tableros laterales que serán las patas de la cama-nido pero con el peso de éstos el tablero de metro noventa ser arquea, así que tengo que improvisar un tercer caballete (si es que a un listón mal cortado ser le puede llamar así; cutre, muy cutre). Consigo fijar las patas y me dispongo a colocar los refuerzos traseros para dar rigidez al conjunto: dos planchas de metro noventa y diferente ancho (5 y 22 cm, respectivamente). Vistas de cerca parecen mucho más endebles (ay, ay). Después del improvisado recurso de McGyver del tercer caballete, procedo a hacer los agujeros para fijar las patas. ¡Mierda! se mueve el "tercer caballete" justo cuando estoy haciendo un agujero (y eso que estaba bien fijado), se desvía la trayectoria de la broca y el agujero sale torcido. Total, cuando meto el tornillo de ensamblar la madera se hincha a punto de estallar. No estalla pero queda feo, muy feo.

En fin, media hora más tarde y a punto de presentarme al concurso de "camiseta mojada", damos la vuelta al conjunto para "presentarlo". Con sólo mirarlo veo como la plataforma se arquea por su propio peso y empiezo a temer lo inevitable: el ojo clínico de mi señora verbaliza mis temores: "Te dije que no aguantaría...". Eso ya lo sabía, cuando pensé en madera de 19mm era por algo, ¿no?.

Bueno, la tragedia está a punto de alcanzar dimesiones bíblicas cuando metemos el mueble en el piso (a cualquier cosa le llaman mueble) y contemplamos como debido a sus generosas dimensiones y en contraste con las discretas medidas del piso no podemos girarlo para introducirlo en la habitación. ¡Estupendo! Esto mejora a cada minuto que pasa. Jugamos al Tetris a la vez que practicamos levantamiento de peso intentando conseguir la cuadratura del círculo. Pero no hay manera y no hay más remedio: tengo que desatornillar una de las patas para poder girar el mueble y entrar. ¡Qué casualidad! es la pata del tornillo torcido y esta vez promete reventar la madera si insisto en atornillar y desatornillar.

Finalmente, no se rompe. Metemos el mueble en la habitación y el milagro no se produce: se sigue arqueando y cualquier cuerpo que supere los quince quilos amenaza con quebrar el tablero (¡qué suerte! mi hija sólo pesa doce). A pesar del margen decido que lo mejor es improvisar una pata central con un listón grueso de pino, con lo cual salvo a mi hija y mi matrimonio... por ahora.

lunes, 30 de julio de 2007

Bricomanía I: Ay, Manolete...

... si no sabes torear, ¿pa' qué te metes?

Eso digo yo. Se da el caso que soy un bricoadicto y me encantaría tener el taller (y las ideas, y las manos, y la habilidad) de los de Bricomanía. Pero ¡qué va! Ganas le pongo pero el resultado me parece mediocre porque las cosas nunca salen como en la tele, empezando porque los materiales y herramientas tienen vida propia o no son los adecuados, y los que son adecuados y obedecen tus órdenes valen una pasta.

Voy por partes, mi última aventura ha sido intentar hacer una cama-nido para mi hija de tres años (la cuna, también diseñada por mi se le empezaba a quedar pequeña). El primer condicionante fue encontrar la madera que fuera del mismo tipo que el armario que previamente habíamos comprado (mi mujer fue lo sufientemente inteligente como para no dejar ese tema en mis manos, nunca mejor dicho). La madera en cuestión es sicomoro. Vivo en Sant Boi de Llobregat, donde hay un Leroy Merlin y un Habitacle, pues nada. Ni tampoco en el Bauhaus de Gavà. Pues bien, sólo la pude encontrar a 45Km de Barcelona, en el AKI de Terrassa.

Imagino que vuestra pregunta será: pero será gilipuertas ¿por qué no compró la cama-nido donde compró el armario? Y mi respuesta es: como vivo en un piso que pone "Nike" en la puerta y compartimos piso con Pin y Pon, tengo que hacer la mayor parte de las cosas a medida... a medida que tengo tiempo, a medida que tengo vacaciones, ...

En fin, llego a Terrassa con mi diseño pensado para tablero de 19mm de grosor... y no hay. Bueno, ni hay ni habrá. Sencillamente no lo fabrican sino es para piezas ya cortadas, pero tableros... Vale! Pues me tocó rediseñar la dichosa cama-nido en el aparcamiento del AKI para tableros de 16mm con la consiguiente pérdida de consistencia de todo el conjunto. Lo hago, tiro p'adentro y pido que me pongan el tacón de PVC (vamos, el canto) porque sólo me faltaba liarme con la cola de impacto en casa y pillarme el colocón del año y convertirme en adicto a la cola, que mi mujer me abandonara y mi hija dejara de llamarme "papá" para llamarme "tío" en plan punky.

Y pago religiosamente, por supuesto, previo a la entrega de las maderas ya cortadas.

viernes, 27 de julio de 2007

Una de telefonía... para variar


Pues sí, una historia basada en hechos reales sobre telefonía e internet doméstica.

Hace una año, más o menos, se me ocurrió contratar con Orange (entonces todavía Wanadoo) una conexion ADSL de 1Mb más llamadas nacionales a un precio promocional de 10€+IVA mensuales. La cuestión es que dicho precio se mantenía durante doce meses y después pasaba a ser de 20€+IVA. Hasta aquí, todo correcto ya que se ha cumplido el plazo de tiempo y las condiciones han sido las prometidas.

Sin embargo, mi sorpresa fue cuando recibí el primer recibo aplicando las nuevas tarifas que en teoría correspondían y descubro que aún descontado el gasto de llamadas a móviles (que todo se ha de decir ha sido culpa mía por exceso) el precio por la conexión excedía al precio pactado. Acto seguido me conecto a la web de Orange, entro al área de clientes y descubro que mi conexión ha mutado y se ha convertido en una de 6Mb y 25€+IVA al mes (¡¿?!)

No es que esté descontento con la ampliación del ancho de banda, ni tampoco que no vaya a sacarle partido, lo que realmente me fastidia es que nadie me preguntó si deseaba hacer dicho cambio. La compañía debió dar por sentado que me daría lo mismo pagar cinco euros más por la conexión o que incluso me sentiría agradecido, lo cual me parece mucho suponer, y dado que la telepatía no se cuenta entre sus servicios de conectividad bien podrían ofrecer una atención más seria puesto que me sentiría agradecido si me hubieran regalado algo y no por algo que me están cobrando.